La adicta al amor :"Las Mujeres quieren lo que en realidad no pueden tener"

"¿Por qué lo amó tanto mientras estuvo casado y luego, rápidamente, se cansó de él cuando ya no lo estaba?... Realmente sufría, languidecía y lloraba por el hombre a quien amaba pero a quien no podía tener de verdad. Lo experimentaba como el centro de su ser, la fuerza más importante de su mundo... hasta que lo tuvo .Una vez que lo ganó, lo desechó. 

Una adicta al amor necesita la excitación, la tensión y el dolor emocional de amar a un hombre inaccesible a fin de poder relacionarse. No tiene  prácticamente ninguna capacidad para la intimidad, ni siquiera para mucha ternura, al no tener que luchar por ganar a un hombre. Una vez que lo ganó, lo desechó."




Un adicto al amor presta demasiada atención al otro de manera obsesiva. Además sus expectativas con respecto al otro son irreales, idealizan. Y con tanta atención exterior, olvidan su propia necesidad, pero sobre todo olvidan valorarse a si mismos, se han descuidado por completo. El adicto al amor trae de la infancia una experiencia de abandono en el que no sintieron suficiente intimidad, de modo que no saben como ser ellos mismo íntimos. A su vez buscan llenar ese hueco y se aferran a un ser que consideran mas poderoso que ellos, y del que finalmente dependen por terror a resultar abandonados por el.

Al principio de la relación, los adictos al amor se sientes bien, admiran a su pareja, lo idealizan y esperan ser rescatados por el. A medida que los adictos al amor hacen esfuerzos cada vez mayores por manipular a la otra persona, de modo que sea el ideal que ellos esperan, experimentan repetidas decepciones porque absolutamente nadie puede llegar a satisfacer esos deseos insaciables. Entonces empiezan a sentirse mal en la relación hasta que su dolor les hace darse cuenta de que son incapaces de vivir sin su pareja o con ella. 

La tragedia es que los adictos al amor se sienten habitualmente atraídos hacia los adictos a la evitación, que tratan de evitar el compromiso y la intimidad saludable, y que centran su atención en adicciones exteriores. A veces estas adicciones exteriores terminan por dominar la vida del evitador y es ahí cuando entra su pareja, una adicta al amor, a cuidarle. Puesto que no pueden tolerar la idea de quedarse solas, permanecen en la relación y se ocupan de las cosas pero su rabia les hace convertirse en personas muy controladoras o abusivas.No pueden marcharse porque sienten el abandono, pero tampoco pueden quedarse y sentirse bien ya que así no son rescatadas sino que son ellas las cuidadoras. Porque lo que ella espera al establecer esta relación de dependencia con alguien que considera mas poderoso, es ser cuidadas por el. 

A menudo personas que se ven incapaces de realizar ciertas tareas que delegan en el otro, cuando están solas son perfectamente capaces de ocuparse de su vida con total independencia, tanto de asuntos financieros, como materiales o sociales. Pero mientras se hallan inmersas en la relación, su autoestima disminuye al punto de sentirse incapaces de hacer su vida sin su apoyo.
  
Ejemplo:

CHARLES ; ingeniero civil retirado con dos hijos; divorciado, vuelto a casar, y ahora viudo:
Hace dos años que murió Helen; y finalmente comienzo a tratar de corregirlo todo. Nunca pensé que consultaría a un terapeuta, no a mi edad. Pero después de su muerte me puse tan furioso que me asusté. No podía dejar de sentir que quería lastimarla. Soñaba que la golpeaba y despertaba gritándole. Creí que me estaba volviendo loco.

Finalmente reunió el coraje para decírselo a mi médico. Él tiene mi edad y es tan conservador como yo, por eso cuando me dijo queme convenía consultar a un profesional me tragué el orgullo y lo hice. Me puse en contacto con un terapeuta que se especializaba en ayudar a la gente a sobreponerse del dolor.

Bueno, trabajamos con mi dolor y éste seguía aflorando como ira, entonces finalmente acepté que estaba completamente loco y, con la ayuda del terapeuta, comencé a examinar por qué.

Helen fue mi segunda esposa. Mi primera esposa, Janet, aún vive aquí, en la ciudad, con su nuevo marido. Creo que es gracioso usar la palabra “nuevo”. Todo esto sucedió hace veinticinco años.

Conocí a Helen cuando trabajaba para el municipio como ingeniero civil. Ella era secretaria en el departamento de planeamiento y yo solía verla a veces en el trabajo, y tal vez una o dos veces por semana a la hora de almorzar, en una cafetería pequeña del centro de la ciudad. Era una mujer muy bonita, siempre vestía muy bien, y era un poco tímida pero amigable.

Sabía que yo le agradaba por la forma en que me miraba y sonreía. Creo que me halagaba un poco el hecho de que me prestara atención. Sabía que era divorciada y tenía dos niños, y me daba un poco de pena que tuviera que criarlos sola.

Un día la invité con un café y tuvimos una charla agradable. Dejé en claro que yo estaba casado, pero creo que me quejé demasiado por algunas frustraciones de la vida matrimonial. Aún no sé cómo se las ingenió ese día para transmitir el mensaje de que yo era un hombre demasiado maravilloso para ser infeliz, pero salí de esa cafetería sintiéndome como si midiera tres metros de altura y con ganas de volver a verla, de sentirme como ella me había hecho sentir: apreciado. Tal vez era porque ella no tenía un hombre en su vida y echaba eso de menos, pero después de nuestra charla yo me sentía grande, fuerte, especial.Aún así, yo no tenía intenciones de comprometerme.

Nunca antes había hecho nada así. Había salido del ejército después de la guerra y había sentado cabeza con la esposa que me había estado esperando. Janet y yo no éramos la más feliz de las parejas, pero tampoco la más infeliz. Nunca pensé que la engañaría.

Helen había tenido dos matrimonios y en cada uno había sufrido mucho. Ambos hombres la habían abandonado y ella había tenido un hijo con cada uno. Ahora estaba criando sola a sus hijos, sin ningún apoyo.

Lo peor que pudimos hacer fue relacionarnos. Sentía mucha pena por ella, pero sabía que no tenía nada que ofrecerle. En aquella época no se podía obtener un divorcio solamente porque uno lo deseara, y yo no ganaba tanto dinero como para perder todo lo que tenía. Además, tendría que formar una nueva familia y, por lo tanto, mantener a dos. Además, en realidad, yo no quería el divorcio. Ya no estaba loco por mi esposa, pero adoraba a mis hijos y me gustaba lo que teníamos juntos. Sin embargo, todo empezó a cambiar cuando Helen y yo seguimos viéndonos.

Ninguno de los dos podía poner fin a aquello. Helen estaba sola y decía que prefería tener un poco de mí a no tener nada, y yo sabía que lo decía en serio. Una vez que empecé mi relación con Helen, no había forma de salir de ella sin que nadie saliera terriblemente lastimado.

Muy pronto comencé a sentirme el peor de todos los bribones. Las dos mujeres contaban conmigo y yo estaba decepcionando a ambas. Helen estaba loca por mí. Hacía cualquier cosa para verme. Cuando traté de terminar con ella, la veía en el trabajo y su cara triste y dulce me rompía el corazón.

Bueno, más o menos después de un año Janet se enteró de lo nuestro y me dijo que dejara de ver a Helen o me marchara. Traté de parar pero no pude. Además, entre Janet y yo las cosas ya eran muy distintas. Parecía haber menos motivos que nunca para dejar a Helen.

Es una larga historia. Helen y yo tuvimos un romance de nueve años, mientras mi esposa al principio se esforzaba por mantenerme a su lado y luego por castigarme por abandonarla.

Helen y yo vivimos juntos varias veces durante esos años hasta que Janet finalmente se cansó y accedió al divorcio.

Aún odio pensar en lo que eso nos ocasionó a todos. En aquel tiempo, una pareja no podía simplemente convivir. Creo que realmente perdí todo mi orgullo durante esos años. Sentía vergüenza por mí mismo, por mis hijos, por Helen y sus hijos, incluso por Janet, que nunca había hecho nada para merecer todo eso.

Finalmente, cuando Janet se cansó y nos divorciamos, Helen y yo nos casamos. Pero en cuanto se inició el divorcio hubo algo diferente entre nosotros. En todos esos años, Helen había sido cariñosa y seductora, muy seductora. Claro que a mí me encantaba eso. Todo ese cariño era lo que me mantenía con ella a pesar del dolor de mis hijos, mi esposa, ella y sus hijos... todos nosotros. Ella me hacía sentir el hombre más deseable del mundo. Por supuesto, habíamos peleado antes de casarnos, porque la tensión era tremenda, pero nuestras peleas siempre terminaban haciéndonos el amor y yo me sentía más querido, necesitado y amado que nunca en mi vida. De alguna manera, lo que Helen y yo teníamos juntos parecía tan especial, tan correcto, que el precio que pagábamos parecía valer la pena.

Cuando finalmente pudimos estar juntos y mantener la frente alta, Helen se enfrió. Seguía yendo a trabajar hermosa, pero en casa no se ocupaba de su aspecto. A mí no me importaba, pero me daba cuenta. Y el sexo empezó a decaer. Ella ya no se interesaba. Traté de no presionarla, pero me resultaba frustrante. Cuando al fin me sentía menos culpable y más dispuesto a disfrutar realmente estando con ella tanto en casa como afuera, ella se apartaba de mí.

Dos años más tarde teníamos dormitorios separados. Y nuestra relación siguió así, fría y distante, hasta su muerte. Nunca pensé en marcharme. Había pagado un precio muy alto por estar con ella, ¿cómo podía marcharme?

Al recordarlo, me doy cuenta de que tal vez Helen haya sufrido más que yo en todos esos años de nuestro romance. Ella nunca supo con certeza si yo abandonaría a Janet o a ella. Lloraba mucho y un par de veces amenazó con suicidarse. Odiaba ser “la otra”. Pero a pesar de lo horribles que fueron esos años anteriores a nuestro matrimonio, en ellos nuestra relación fue más afectuosa, excitante y especial que nunca.

Después de que nos casamos me sentí un fracaso total, porque por alguna razón, ahora que habíamos dejado atrás todos los problemas, no podía hacerla feliz.

Con la terapia llegué a entender mucho sobre mí mismo, pero creo que también acepté ver algunas cosas sobre Helen que antes no había querido enfrentar. Ella funcionaba mejor bajo toda la tensión, la presión y el sigilo de nuestra aventura que cuando las cosas llegaron a la normalidad. Por eso nuestro amor murió en cuanto terminó la aventura y comenzó el matrimonio.

Cuando pude ver todo esto con sinceridad comencé a recuperarme de la inmensa furia que había sentido contra ella desde su muerte. Estaba furioso porque el hecho de estar con Helen me había costado mucho: mi matrimonio, en muchos sentidos el amor de mis hijos, y el respeto de mis amigos. Creo que me sentía enfadado.

La atracción de Charles hacia Helen :

Hermosa e incitante cuando se conocieron, Helen pronto proporcionó a Charles felicidad sexual, ciega devoción y un amor que lindaba con la reverencia. La fuerte atracción que experimentó Charles a pesar de tener un matrimonio estable y bastante satisfactorio casi no requiere explicación ni justificación.

Simplemente, desde el comienzo y durante todos esos años de su romance, Helen se dedicó de lleno a profundizar el amor que Charles sentía por ella y hacer que la larga lucha de él por deshacerse de su matrimonio fuese soportable e incluso valedera.

Lo que sí merece explicación es el repentino y visible desinterés de Helen por el hombre al cual había esperado y por quien había sufrido tanto tiempo, una vez que él quedó en libertad de compartir una vida con ella ¿Por qué lo amó tanto mientras estuvo casado y luego, rápidamente, se cansó de él cuando ya no lo estaba? Porque Helen sólo quería lo que en realidad no podía tener. Para tolerar una interacción prolongada con un hombre, personal y sexualmente, necesitaba la garantía de la distancia y la inaccesibilidad que proporcionaba el matrimonio de Charles.

Sólo en esas condiciones podía entregarse a él. No podía soportar cómodamente una pareja verdadera que, libre de las demoledoras presiones del matrimonio de él podía desarrollarse y profundizarse sobre una base distinta de su lucha mutua contra el mundo. Helen necesitaba la excitación, la tensión y el dolor emocional de amar a un hombre inaccesible a fin de poder relacionarse. No tenía prácticamente ninguna capacidad para la intimidad, ni siquiera para mucha ternura, al no tener que luchar por ganar a Charles. Una vez que lo ganó, lo desechó.

Sin embargo, a través de esos largos años de espera, ella tenía todo al aspecto de una mujer que ama demasiado. Realmente sufría, languidecía y lloraba por el hombre a quien amaba pero a quien no podía tener de verdad. Lo experimentaba como el centro de su ser, la fuerza más importante de su mundo... hasta que lo tuvo. Entonces la realidad de él como pareja, al no existir más el romance agridulce de su aventura ilícita, ya no la elevaba hasta la emoción de la pasión que había disfrutado durante nueve años con ese mismo hombre.

A menudo se observa que cuando dos personas que han mantenido una relación durante años finalmente se comprometen a casarse, la relación pierde algo: pierde la excitación, y el amor desaparece. El hecho de que esto suceda no necesariamente se debe a que han dejado de intentar complacerse. Puede ser porque uno o el otro, o ambos, al hacer ese compromiso, han excedido su capacidad para la intimidad. Una relación sin compromiso permite estar a salvo de una intimidad más profunda. Con el compromiso, a menudo se produce un repliegue emocional en un esfuerzo dirigido a la autoprotección.

Eso es precisamente lo que ocurrió entre Helen y Charles. Charles, por su parte, ignoró todas las señales de la falta de profundidad emocional de Helen, debido a que se sentía halagado por su atención. Lejos de ser una víctima pasiva de las maquinaciones y manipulaciones de Helen, Charles no quería admitir esa parte de la personalidad de ella incompatible con la visión de sí mismo – una visión que ella había fomentado y él quería creer – según la cual él era inmensamente adorable y sexualmente irresistible. Charles vivía en un mundo de fantasía construido con sumo cuidado por Helen durante muchos años, sin deseos de estropear la ilusión que su ego había llegado a adorar. Gran parte de la ira que sintió ante la muerte de Helen estaba dirigida a sí mismo, lo cual descubrió cuando, tardíamente, admitió su propia negación y el papel que él había jugado en la creación y perpetuación de la fantasía de un amor abrasador, que finalmente dio como resultado el más estéril de los matrimonios.
 Texto extraido del libro Las Mujeres Que Aman Demasiado

Nota:

"Nuestra capacidad para afrontar la realidad se halla directamente relacionada con nuestra capacidad para tener una relación saludable con nosotros mismos, lo que significa amarse a si mismo, protegerse, identificarse consigo mismo, cuidar de uno mismo y moderarse. Vivir a partir de esa relación saludable y centrada, nos permite afrontar la realidad de quienes somos, quienes son los otros y cual es la realidad de nuestra situación actual. Desarrollar esas capacidades y percepciones constituye el núcleo de la recuperación de la codependencia."
 

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
La verdad, el blog estaría bien si no fuera por la cantidad de faltas de ortografía que tiene. Es por ello que se hace pesado y pierde tanto. Es que tiene faltas hasta en el título....
EL MENTOR ha dicho que…
bueno,,,que digas eso anonimamente habla muy bien de vos..por que es ms facil mirar lo que el otro hace mal..que mirarse primero a uno mismo...pero por que hace eso? quizas por que no quiere mirarse dentro..asique tiene que buscar el "defecto" en la otra persona para asi sentirse mejor con el mismo...y decirse a si mismo :"yo valgo mas"...claro que todo esto seria mas que una ilusion....
MarceloBarracas ha dicho que…
...el clasico transtorno de histeria en la mujer...., una vez que te conquistaron o creyeron conquistarte te desechan
Unknown ha dicho que…
Me parece muy interesante el blog, tiene muchos aspectos que no he visto en otros... Punto a favor, además se nota preocupación por el tema y aspectos a considerar. Lo bueno merece ser considerado, así que animo y a seguir aportando